La inseguridad vuelve a golpear con saña a los más vulnerables.
En La Plata, una mujer de 80 años fue víctima de un secuestro virtual tan perverso como efectivo: delincuentes la aterrorizaron por teléfono, la convencieron de que su hija estaba secuestrada y le arrebataron dólares, un millón y medio de pesos y joyas de oro.
Todo ocurrió mientras la jubilada desayunaba en su casa. Primero escuchó la voz de una supuesta hija gritando que estaba siendo golpeada y amenazada. Luego, un hombre tomó el control de la llamada y le ordenó preparar “todo lo de valor” en una bolsa.
Creyendo que la vida de su hija dependía de ello, la mujer caminó hasta la esquina de 5 y 49, dejó el paquete con dinero y joyas en el asfalto y regresó temblando.
Cuando la llamada terminó, comprendió el engaño: los delincuentes ya habían levantado el botín y desaparecido.
La hija real, aún conmocionada, confirmó a la prensa:
“Mi mamá está bien físicamente, pero aterrada. Esperamos que las cámaras de seguridad sirvan para atraparlos”.
Este golpe, que combina terror psicológico y frialdad criminal, expone la urgencia de medidas más firmes:
Campañas de prevención específicas para adultos mayores, quienes son el blanco preferido de estos fraudes.
Mayor patrullaje y seguimiento de las bandas que operan con absoluta impunidad.
Mientras la Justicia investiga, la indignación crece:
¿Hasta cuándo los jubilados deberán vivir con miedo de contestar el teléfono?