Con el resultado de las elecciones legislativas bonaerenses, la UCR provincial -que tiene una precaria conducción entre algodones- pasó a una sala imaginaria de terapia intensiva y con pronóstico reservado, si se tiene en cuenta la escasa cosecha de escaños en la Legislatura bonaerense y en Concejos Deliberantes.
Es muy oportuno detenerse, por ejemplo, en el caso de la octava sección o Capital, correspondiente a La Plata, donde la UCR, como centralidad del frente Somos tuvo un muy indecoroso papel al borde de un papelón histórico.
Las huestes de este frente, comandadas por el jefe del partido en el distrito, Pablo Nicoletti, obtuvieron poco menos del 6 por ciento de los votos, en empate técnico con el Frente de Izquierda, y estuvo muy lejos de ubicar diputados provinciales y concejales.
Esta escasa cosecha de sufragios y bancas llevó también a algunos socios hacia el barranco, como es el caso del socialismo local, al GEN y al sector del ex PRO Mariano Penas, con lo cual se amplifica aún más la imagen de una humillante derrota en las urnas.
De esta manera, el radicalismo perdió su única banca en la Cámara de Diputados -con Claudio Frangul- y las dos concejalías que ponía en juego en estos comicios, que ocupan hasta diciembre Diego Rovella y Manuela Forneris. Por su parte, Leandro Bazze, que encabezaba esa nómina, deberá esperar otra oportunidad.
Ese es un somero balance que deja este año electoral para la UCR platense y que recuerda tiempos previos al 2009, cuando el radicalismo se había convertido en testimonial e histórico, dado que durante cuatro años no pudo consagrar legisladores provinciales ni ediles.
Pero el contraste con ese período de vacas flacas deja un presente aún peor: si uno recuerda bien, en esas elecciones de 2005 y 2007 los porcentuales daban muy cercanos al 8 por ciento y estuvo arañando alguna que otra concejalía. Hoy, cuando no se alcanza ni el 6 por ciento, el camino se hace cuesta arriba y muy resbaladizo.
La actualidad del partido centenario a nivel local es muy preocupante dada la imposibilidad de trazar una proyección generosa, como sí ocurre con otras secciones electorales. Por caso, en algunas donde se eligieron senadores, los porcentuales dan como para alcanzar bancas de diputados en el 2027.
Ese no es el caso de La Plata, donde el radicalismo, con sus socios, hizo todo lo posible y se quedó en medio de un escenario muy preocupante de cara al 2027.
La UCR platense tampoco contó con el acompañamiento del sector opositor interno y eso pudo haber influido en cuestiones tales como presencia territorial, armados de campañas y, por supuesto, la fiscalización, que no fue total.
Allí deberán dar explicaciones o -por qué no- exigirlas, dirigentes opositores internos como Raúl Cadáa y los ex concejales Fernando Gando y Guillermo Duva, entre otros.
El histórico partido aún no convocó a un plenario o reunión para realizar una autocrítica en el marco de la Junta Central -principal cuerpo de conducción-; o si la hubo, fue a las escondidas.
Todo esto dejó un sabor amargo en muchos correligionarios y correligionarias que no vieron a Somos como una alternativa con volumen político o con propuestas atractivas para un ciudadano de a pie que suele tener mucho perfil antiperonista, que lo captó casi en su totalidad La Libertad Avanza, así como hace unos años lo había hecho el PRO.
Esto quiere decir que la clase media que seguía al radicalismo dejó de hacerlo en un gran porcentaje por un desdibujamiento tanto de su imagen como de su mensaje político, que fue muy poco claro. Nicoletti y su entorno no supieron manejar ese presente tan problemático para el diseño de una campaña efectiva.
No obstante un presente tan complejo, los militantes no pierden la esperanza de remontar la presencia radical en las calles y planificar para futuros comicios, que son para renovación de cargos ejecutivos, en los cuales deben recuperar terreno. Pero para ello deberán incrementar acciones para mostrarse más competitivos.