“Hay que esperar media hora para que te tomen una simple carta médica”, contó una trabajadora que aguardaba ser atendida en el box número uno. Las sillas vacías en la sala de espera contrastan con la frustración de quienes intentan iniciar sus trámites. Nadie llama por turno, los números no avanzan y la incertidumbre crece.

En el hall principal, un cartel intenta aclarar las reglas del juego, pero termina sembrando más dudas: “Si sos trabajador, recordá que los honorarios de tu abogado corren por cuenta de tu ART o empleador autoasegurado...”. Sin embargo, muchos no entienden si deben contratar un abogado o si el servicio es realmente gratuito. “Te dicen que no te van a contactar, pero tampoco te explican cómo seguir”, comentan.

Como si el panorama no fuera ya complicado, una nueva disposición oficial promete empeorar las cosas. A partir del 1 de enero de 2026, las vistas médicas dejarán de ser presenciales. Según la Disposición 4701/2025 publicada en el Boletín Oficial, los médicos evaluarán los casos únicamente mediante documentación enviada por los trabajadores y las ART. En la práctica, esto significa que cualquier falta de estudios o papeles puede costarle caro al damnificado: “Si no te hacés la documentación complementaria, chau”, advirtió una fuente interna.

La medida, presentada como un avance tecnológico, despierta preocupación y enojo entre los usuarios y profesionales del sector. “Dicen que van a agilizar los trámites, pero en realidad están dejando a la gente librada a su suerte”, señalan.

Ante este panorama, la SRT, el Ministerio de Trabajo de la Nación y el de la Provincia, además de legisladores de todos los espacios —incluso de La Libertad Avanza—, fueron alertados sobre el caos que se vive a diario en el organismo. Los reclamos apuntan a la falta de transparencia, la desorganización y las nuevas reglas que, lejos de proteger al trabajador, parecen diseñadas para empujarle la puerta de salida.

Mientras tanto, los empleados siguen esperando respuestas, los trámites se amontonan y la SRT platense se hunde en un clima de desconcierto que deja una sola pregunta flotando en el aire: ¿quién cuida a los que deberían estar siendo cuidados?